Rezago, desigualdad y dualidad productiva
Luis Ginocchio
Balcázar
Mucho del rezago y la desigualdad de la
realidad peruana no se dejaban ver con tanta crudeza hasta la llegada de la
pandemia del coronavirus 19 y su larga cuarentena que convocó al fantasma del
hambre. Ya no solo la escasez y carestía
de medicinas, oxígeno e infraestructura fueron una dolorosa muestra de la tragedia
social que vive nuestro país. La pérdida de trabajos y la precariedad del
empleo asolan a las familias en las zonas pobres de las ciudades.
El país se prepara para recuperar el
paso luego de esta dura prueba. Que aún no se supera, es cierto, pero habrá que
tomar más riesgos porque los costos del largo confinamiento para la economía
son también peligrosos. Comienzan a reabrir los negocios y se sopesará la capacidad del país para recuperarse luego
de un evento tan catastrófico como
imprevisible. Se busca que las condiciones en que operen servicios, talleres y
fábricas estén dentro de prácticas de bioseguridad que eviten nuevos contagios
y brotes que nos regresen al encierro sanitario.
Se aprestan a trabajar los artesanos
que producen los ricos quesos de Cajamarca y Moquegua. Nancy Cóndor desde
Carhuamayo consigue sus macas para convertirlas en preciada harina. Los
agricultores familiares de Pucará cosechan sus hortalizas orgánicas para las mesas
populares. Los fruticultores de Calango y Huarochirí hacen lo propio al igual
que los pequeños procesadores de aceite de oliva de Yauca y La Yarada. Así como en el campo también en las ciudades
una legión de mypes retomará la lucha por el sustento: los conglomerados de
calzado, ropa, muebles y comercio tradicional, comparten con los productores y
artesanos del campo sus pesares y esperanzas.
En esta línea leímos un interesante
articulo de Piero Ghezzi (‘Dos caminos’) donde el exministro
reflexiona sobre los retos productivos del país. Refiere que ‘nuestros
problemas económicos estructurales son múltiples, pero nuestra ‘dualidad
económico-productiva’ es central. Hay dos Perú. Uno moderno, formal, de
productividad relativamente alta, que convive con otro, informal, con Mypes de
productividad baja (y estancada)’.
La dualidad consiste en que los dos
Perú marchan cada uno por su lado. Al otro Perú, al de las Mypes y la
informalidad, no se le dedica la atención y las políticas públicas que permitan
a sus micro y pequeños negocios las condiciones para salir adelante. Así, la
crisis es una oportunidad para atenderlos, mejoren su productividad, calidad y
se inserten en negocios más dinámicos.
Ghezzi afirma que el avance económico del
Perú de las últimas décadas fue precario y dispar. Y que revertir la dualidad
económico-productiva es una responsabilidad compartida porque el mercado ha
fallado en resolverla mientras que el Estado no tiene capacidades para hacerlo
solo y que por tanto, la solución tendrá que trabajarse colaborando. ‘Hay que combinar
la espalda financiera y las normas del Estado con la capacidad innovadora y
disciplina del mercado’.
Añade que si bien se pueden aplicar medidas
macro y microeconómicas que aplaquen los daños a familias y empresas, la
precariedad mostrada por la pandemia deja ver que éstas no serán suficientes. El coautor de ‘Qué se puede hacer con el Perú’ refiere que la economía nacional ya estaba mal
desde antes de la pandemia y que la reactivación debe ser planteada con políticas
públicas que busquen una transformación estructural de nuestra economía. Y que
si bien los problemas estructurales son muchos, la dualidad
económico-productiva es prioritaria.
Ghezzi manifiesta que el Perú informal es invisible
para el Estado, que no lo entiende ni lo refleja en sus políticas públicas. Que
es más fácil prorrogar la Ley de Promoción Agraria que lograr la integración
productiva de cientos de miles de pequeños agricultores familiares en cadenas agroexportadoras. Como consecuencia
de lo dicho, las mejoras de las Mype son resultado del “chorreo” del
crecimiento y no producto de políticas públicas que busquen deliberadamente fortalecerlas.
Cita el exministro el caso exitoso de la agricultura de
costa que muestra el dualismo productivo ya que mientras el boom agroexportador
es de grandes empresas integradas, pocos agricultores familiares participan
pues están dedicados a cultivos para abastecer el consumo nacional de
alimentos. En un mismo espacio coexisten
empresas de alta productividad mundial con otras de bajísima productividad.
Ante esto Piero Ghezzi propone una urgente política
pública que propicie una colaboración entre empresas grandes o medianas (tractoras)
y Mypes, microfinancieras y Estado, a fin de identificar qué falta -asistencia
técnica, financiamiento, riego tecnificado, infraestructura- para que un número
mucho mayor de Mypes agrarias se asocien y alcancen los estándares que les
permita insertarse en cadenas de valor agroexportadoras.
A pesar de casi 30 años de crecimiento ininterrumpido el
fracaso en revertir el problema de la dualidad productiva obliga a trabajar dejando
de idealizar los logros de los noventa que no han superado la citada dualidad.
Coincidimos con Ghezzi que la diversificación productiva es una de mejores
estrategias contra el dualismo y la falta de generación de empleo formal.
Finalmente,
van algunos comentarios para complementar la propuesta de Piero Ghezzi:
1.-
El mercado internacional funciona con reglas claras y eficiencia. En el mercado
nacional, ocurre todo lo contrario. El acopio y distribución de alimentos es
obsoleto y genera inequidades en el reparto de la riqueza en las cadenas
favoreciendo a las ciudades en detrimento del campo.
2.-
Si bien existen casos exitosos como los de los agricultores familiares cafetaleros,
que han establecido equipos gerenciales de primer nivel, aun mantienen una
agenda pendiente en productividad y reconversión de cultivos. Eso no opaca sus logros como la
diversificación de la cooperativa Norandino con su planta de procesamiento de
cacaos finos de alta tecnología.
3.-
De lo anterior se deduce que de existir un mercado que aprecie y pague la
diferencia de calidad (orgánica, comercio justo, etc), combinado con organizaciones
con habilidades gerenciales y enfocadas a la calidad, éstas fortalecen su asociatividad,
invierten en comercialización y tecnología que las lleva a la diversificación
productiva.
4.-
En realidad sembrar para abastecer a los mercados del país es para cientos de
miles de productores una fuente de marginación. El sistema alimentario nacional
(ver nota en este blog) que va de la chacra a la mesa familiar
debe ser reconstruido, buscando su sostenibilidad, desde la alimentación
saludable, el acopio y la agroindustria rurales y los mercados de abasto urbanos. Sin
rentabilidad para los productores familiares no habrá éxito frente a la
dualidad.
5.-
El rezago en habilidades de negocios y organización
que se observa en la agricultura que atiende el mercado interno es el mismo o
tiene la misma naturaleza del rezago de los comerciantes de los mercados de las
ciudades, y de los protagonistas de los conglomerados populares en ropa, calzado
y muebles, entre los varios clústeres que hay en el país.
Hasta
ahora se ha privilegiado a las inversiones en infraestructura sobre aquellas
que crean y estimulan las habilidades blandas en las Mypes, como la organización
y asociatividad, las habilidades de negocios y la cercanía con las tecnologías.
Del lado del Estado también es urgente fortalecer
la carrera pública y capacidades en los tres niveles de gobierno para acompañar
los procesos de cambio que son dinámicas no necesariamente con resultados en el corto plazo.
La
propuesta de Ghezzi abrirá un rico debate para en medio de la adversidad ver a
lo lejos una luz.
Piura,
Junio 20, 2020
LUCHO; BUEN DIA; FELICITACIONES POR TU ARTICULO.
ResponderBorrarSIEMPRE CLARO Y DIRECTO EN TUS COMENTARIOS; CONSIDERO QUE EL PUNTO 5 DE LA NOTA ES LO QUE MAS SE TIENE QUE TRABAJAR POR LOS SECTORES PUBLICO Y PRIVADO O AMBOS.
UN ABRAZO