Enrique Olvera. El campo del olvido
Enrique Olvera
El campo del olvido
por Enrique Olvera (*)
El
gran diario Reforma de Ciudad de México ha publicado ayer lunes 13 de julio, el
presente artículo de Enrique Olvera, el más célebre de los chefs mexicanos. Por
la trascendencia del tema y del simbolismo que encierra para nuestra
peruanidad, tan cercana al campo y la gastronomía, lo compartimos con los
lectores de este blog. Luis Ginocchio Balcázar.
El campo del olvido
por Enrique Olvera (*)
Esta
semana comienza una nueva etapa en la relación trilateral entre las naciones de
Norteamérica. Una relación que históricamente ha sido desbalanceada y que ha
puesto en jaque a la mayoría de nuestros campesinos. Antes de la firma del
Tratado de Libre Comercio de América del norte (TLCAN) en México, se producía
suficiente maíz para alimentar a prácticamente toda nuestra población. Sin
embargo, con la firma del tratado, en 1994, vino un tsunami de maíz barato que
ahogó a más de la mitad de los productores pequeños. Esa misma ola propició la
migración de millones de paisanos que simplemente no tuvieron más opción que
abandonar sus comunidades. En la primera década se perdió casi un millón de
empleos en el campo mexicano.
Con
esa gran ola vino también la comoditización de los maíces y se desperdició la
posibilidad de explorar -como sí sucede en el caso del café o del vino- un
espectro mucho más amplio de sabores ligados a la expresión de los diferentes
granos en diversos territorios. México permitió hablar del maíz en singular y
eso provocó que se metieran a todos los maíces en el mismo costal.
Evidentemente era imposible competir por precio: los subsidios del gobierno
estadounidense hicieron que la exportación de su maíz a México creciera por
cuatro y que el precio promedio del maíz en México se derrumbara por más de la
mitad.
Actualmente
tenemos la obligación de no cometer el mismo error. Sabemos que la apertura
comercial no ha sido del todo benéfica para la gente y nada favorable para los
pequeños agricultores, y que las industrias que fueron beneficiadas son las que
por naturaleza tienden a concentrar la riqueza. Es tiempo de rectificar y
apoyar, desde la sociedad, a estas familias para asegurar su viabilidad. No se
trata de adoptar un falso nacionalismo que proclame consumir sólo lo mexicano,
sino de apoyar a aquellos proyectos que, por su calidad y por su impacto
positivo en las comunidades, sean importantes para su sobrevivencia.
Los
consumidores también perdemos cuando se impone el sistema de agroindustria que
fomenta los monocultivos, el uso de agroquímicos y la privatización de las
semillas. Si bien los campesinos pagaron la mayor parte del precio del primer
tratado, no fueron los únicos en sufrir sus consecuencias: la mayoría de la
población de nuestro país vive ahora con síndrome metabólico, situación que era
muy distinta antes de la firma original del tratado, hace más de 25 años. El
cambio radical en nuestra alimentación no se limitó a la sustitución de
alimentos; también provocó la pérdida de nutrientes en tortillas, frijoles y
otros productos de nuestra canasta básica.
Es
difícil determinar si las nuevas generaciones de mexicanos valoran más nuestros
productos y nuestra cultura. Sin duda, hay opiniones encontradas al respecto.
En los 90 aun existía un desprecio por lo mexicano que contribuyó a darle la
estocada final a la desregulación. Si en aquel momento se hubiera valorado
nuestro producto, quizá el resultado habría sido otro. Tal vez millones de
paisanos no habrían tenido la necesidad de emigrar y separarse de sus familias,
y cientos de miles de mujeres no estarían obligadas a lidiar con la presión de
trabajar, mantener y cuidar a sus hijos sin ayuda de nadie.
El
campo en México está en crisis. Cada vez es más difícil encontrar jóvenes que
quieran trabajar en la agricultura, que se sientan orgullosos de la producción
familiar o que puedan sostenerse gracias a ella. Las consecuencias de ello
serán más devastadoras de lo que podemos siquiera imaginar, especialmente en
México, cuya vocación es agrícola: estamos exportando a lo mejor de nuestra
gente. Cualquiera que haya hablado con los agricultores lo sabe. Su entereza y
arraigo a la tierra es admirable y nosotros, con nuestras acciones, podemos ser
copartícipes de su olvido.
(*) Colaborador Invitado / El
autor es chef y dueño de ‘Pujol’, votado como el mejor restaurante de
Norteamérica 2019.
Diario 'Reforma'. Ciudad de México. 13 Julio 2020
Piura, 14 Julio 2020
www.haciendofuturos.blogspot.com
Comentarios
Publicar un comentario