El Papa Francisco y la Amazonia


Luis Ginocchio Balcázar[1]

Entre el 6 y 27 de Octubre en Roma se realizará el Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica, una jornada sinodal convocada por Su Santidad el Papa Francisco, durante su visita a Puerto Maldonado, capital de la región Madre de Dios, el 19 de enero de 2018.  

Bajo el nombre ‘Amazonía, Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral’, el Papa reitera su identificación con la tierra como casa de todos, lo que explicó con meridiana claridad –como la de un amanecer en el corazón de la floresta de esa postergada región del Perú.  

El Papa Francisco llamó a cambiar el paradigma histórico en que los Estados ven la Amazonía como despensa de los recursos naturales, por encima de la vida de los pueblos originarios y sin importar la destrucción de la naturaleza. Y dijo: «He querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas».

Añadió el Santo Padre: ‘Antes de «prestarles nuestra voz en sus causas», ofrecer soluciones o, incluso, imponerles nuestra agenda y nuestros problemas, estamos llamados a «escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos». (Evangelii Gaudium, n. 198). Es la diversidad, una de las riquezas de países como Perú, el ‘otro’ como reto de entendimiento y fuente de conocimientos más allá de su aparente debilidad.

Con tierra tomada de lugares simbólicos de una Amazonía rica en cultura, tierra bañada en sangre de los mártires, tierra tan vulnerable a crisis climáticas y tierra del desarrollo sostenible, tierra sedienta de justicia y paz … en esa tierra se plantó en los Jardines del Vaticano un árbol de Asís, como símbolo de la ecología integral.

Perú es uno de los nueve países con Amazonía, una región rica en diversidad de formas de vida, etnias, culturas y credos. Para muchos es un ‘rincón’ del territorio que en el caso peruano es más del 60 por ciento de la superficie nacional.  La región experimenta «una profunda crisis por causa de una “cultura del descarte” y una mentalidad extractivista que compromete su futuro y el de todo el planeta.

Para quienes viven en la selva alta o baja como para quienes vivimos en la costa o en los Andes, la Amazonia es engranaje fundamental del clima y el agua, relicto donde se conserva una gran porción de las especies y, por tanto, fuente de alimentación futura para la humanidad, depósito de moléculas para muchas industrias, como la farmacéutica, cosmética, forestal y sus derivadas, de alimentos, construcción, muebles, perfumería, entre muchas otras.

En 2017 un 13,9 por ciento de la población nacional vivía en la Amazonia mientras el 28,1 por ciento residían en los Andes y el 58 por ciento restante en costa  Ese mismo año, según INEI, existían tres ciudades amazónicas con más de 100,000 habitantes, Iquitos (Loreto) con 479,866 habitantes, Pucallpa (Ucayali) con 384,168 y Tarapoto (San Martín) con 180,073 pobladores[2]

Quién mejor que los obispos y sus equipos locales para reflexionar y proponer una agenda de trabajo que acoja las distintas visiones de las culturas y etnias para vivir en armonía con los bosques y su invaluable fauna. Y estoy seguro que, desde la experiencia de los ecosistemas de innovación locales, se puede organizar el trabajo y proponer las coaliciones sociales que permitan avanzar hacia el desarrollo sostenible de esa zona que presenta tantas carencias, pero a la vez tanto potencial.

Piura, Octubre 5, 2019






[1] A la memoria de nuestros maestros Jesuitas, en la persona del padre Porfirio Martín Turrión SJ, nuestro profesor de Geografía del Perú, con quien cruzábamos el pongo de Manseriche y reconocíamos las especies de aves y primates de la misión de Santa María de Nieva, sin despegar los pies de Castilla, donde se ubica el colegio San Ignacio de Loyola. Gracias a ellos aprendimos a concebir la selva como una prometedora puerta a mejor futuro, a cuidar y respetar.

[2] Y con datos de 2015, Jaén (Cajamarca) con 95,937, Maldonado (Madre de Dios) con 76,638, Yurimaguas (Loreto) con 64,872, Moyobamba (San Martín) con 58,219, Tingo María (Huánuco) con 57,334, Bagua Grande (Amazonas) con 43,861, Perené y Pichanaqui (Junín) con 41,200 y 40,000 respectivamente y Quillabamba (Cusco) con 30,661.


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