Petrini, alimentos y vida, recuperar para avanzar

Carlo Petrini (*) 

Nota. ‘Haciendo Futuros’ incluye este excepcional artículo, escrito en 2014 por el prominente maestro italiano Carlo Petrini, quien se anticipó a formular una alarma al mundo pre pandémico, ante la autodestrucción y miopía globales. Título original del artículo: ‘Agricultores que resisten’ (Almanaque 2014 en Slow Food).

Este año.
del 23 al 27 de octubre (de 2014), la atención del Salone del Gusto y de Terra Madre se centrará en dos grandes temas que representan el corazón de las actividades que lleva a cabo Slow Food: el Arca del Gusto, o sea, la tutela de la biodiversidad, y las comunidades del alimento de Terra Madre, expresión auténtica y concreta de lo que llamamos ‘agricultura familiar’, tema central del Año Internacional de las Naciones Unidas.

Focalizándose sobre estos dos argumentos, Slow Food no se desvía de una labor que realiza desde hace años, cuyo objetivo central es la defensa del patrimonio agroalimentario mundial y la tutela de todos cuantos producen ali­mentos para ser comidos - y no commodities para obtener beneficios - en armonía con los recursos del planeta. Ambos argumentos están profundamente interconectados y podrían ser resumidos en un único vocablo: "resiliencia". La expresión tiene su origen en el latín: ‘resilire’ significa “regresar, rebotar, volver atrás', y expresa, sea en el campo tecnológico sea en el ámbito de la ecología, la capacidad para afrontar la adversidad: adaptarse bien ante los traumas y las amenazas. 

La adversidad, que en la tecnología de los materiales está representada por la prueba de fractura, en el actual sistema alimentario es entendida como todas aquellas acciones que intervienen para alterar los equilibrios naturales - y sociales - del planeta. Pueden ser eventos que no dependan directamente del ser humano, como cambios climáticos o grandes alteraciones ambientales que una especie o un conjunto de especies no sea capaz de afrontar. O, cada vez con más frecuen­cia, pueden ser causas de origen antrópico que, desafortunadamente, hemos de asociar con la definición del término “antropoceno" acuñado por el Premio Nobel de Química Paul Crutzen en referencia a nuestra era: una era que el hombre condi­ciona de manera tan impetuosa que consigue alterar el planeta a escala geológica. 

Monocultivos intensivos, basados en el uso de química para obligar a la tierra a trabajar a ritmos forzados, orientados en exclusiva a la necesidad de satisfacer al Mercado; crianzas de animales que ni de lejos se plantean cuestiones como el bienestar animal y recluyen a millares de cabezas en angostos espacios, o bien deforestan la Amazonia para transformarla en un inmenso pastizal; edificación desconsiderada que sustrae más suelo cada día a la agricultura y desuela el paisaje; saqueo de los océanos, contaminación de las faldas acuíferas y del aire; empobre­cimiento progresivo de los suelos, etc. Las actividades humanas responsables de alterar cada vez más profundamente los equilibrios planetarios y minar la supervi­vencia misma de las comunidades, son muchísimas. 

Y, sin embargo, aunque con dificultades, la voz de la resiliencia se alza desde todos los rincones del mundo, y queremos confiar en que cada día son más las personas capaces de escucharla. La resiliencia, por una parte, está personifica­da por todos aquellos productos en peligro de desaparición (especies vegetales, razas animales y productos transformados), que encaman un saber distante del de los técnicos del agrobusiness, que en cualquiera de los campos trabajan por la selección de pocas hiperproductivas variedades, probablemente sin tener en cuenta su impacto ecológico e ignorando deliberadamente el valor de la biodiversidad.  

Los productos reseñados en el Arca del Gusto están en las antípodas de este tipo de conocimiento porque proceden de complejos saberes campesinos y artesanos, ricos en destrezas y prácticas transmitidas a lo largo de generaciones: son, por ejemplo, el pez sinarapan de Filipinas; el pan peksimet de Turquía, la baya saskatoon de Canadá, etc. Centenares y centenares de nombres desco­nocidos por la mayoría, que, sin embargo, asumen un particular significado en sus propios territorios y que, unidos, encarnan la posibilidad de un futuro más próspero para nuestro planeta. En el Salone del Gusto, habrá un área de 800 m2 dedicada al Arca, a los productos que ya hemos catalogado y a la eventualidad de acoger en ella toda aquella biodiversidad que aún nos queda por registrar.  

Y, por otra parte, la resiliencia está representada por los centenares y millares de co­munidades, de hombres, mujeres, ancianos y jóvenes cuyo resilire adquiere un valor más alto al ser fruto de una elección, de una voluntad; decir no a los monocultivos; decir no a la química; producir alimentos y no desperdicios renunciando a las quimeras del mercado; dar valor a las culturas locales, etc. Todo ello, para garantizar que el Arca no se convierta en una lista de recuerdos, de cosas que se comieron en un tiempo y hoy se hallan desapareadas irremediablemente, sino que permanezca como un regis­tro de posibles proyectos y virtuosas economías. Para nutrir al mundo y hacerlo con miras al futuro. Porque resiliencia sí que significa saltar hacia atrás, pero con un salto que permita ganar distancia y actuar con pragmatismo. Porque sin diversidad, sin un planeta sano y sin nadie que cuide de él afectuosamente, no existe futuro posible.


(*) Presidente de Slow Food

Haciendo Futuros
www.haciendofuturos.blogspot.com
Piura, Junio 22, 2021

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Limón sutil, la preciosa mercancía cítrica

Sierra. Investigación y creación de conocimiento para la diversificación productiva

Cabo Blanco y Finca Paraíso, mensajes desde el mar y el bosque