Un sistema alimentario y valor agregado (papa 1)

La papa, alimento y patrimonio (1)

La crisis de precios de la papa blanca tiene varias lecturas. Recién comienzan a aparecer los rastros que conducen a una problemática que viene de antaño pero complicada por el paso del tiempo. La debilidad de un sistema de distribución de alimentos que planifica poco y casi sin seguimiento. La desorganización de la producción ante la escasa asociatividad de los agricultores y gremios sin las capacidades para liderar los cambios y mejoras. Y el grave rezago de la producción nacional que depende de productos sin o con mínimo procesamiento.

La papa es el principal alimento en las mesas del Perú y más de 700,000 familias la cultivan mayormente en la sierra hasta altitudes por encima de 4,000 metros sobre el nivel del mar. Se  trata de un trabajo arduo y sujeto a riesgos del clima más allá de la búsqueda de financiamiento y otros servicios que permitan éxito en las cosechas.

En años recientes el área sembrada y los rendimientos promedio de papa han mejorado y la cosecha anual bordea los 5 millones de toneladas. Ayudó a absorber la cosecha adicional el mayor movimiento económico del país. Más de la mitad de esa cifra fue para las mesas, una parte para el procesamiento artesanal tradicional (tunta y chuño) y otra para semilla. Una porción importante de la papa nacional se pierde por las indebidas prácticas luego de la cosecha.

Pero hay que señalar que a un Perú de ciudades grandes y más centros poblados de tamaño medio, no ha correspondido un mecanismo que coordine las siembras con la demanda, el cultivo con los mercados mayoristas y minoristas. Tampoco se han organizado en las grandes zonas productoras centros de acopio y empaque, almacenamiento y menos aún, para el procesamiento de los excedentes de las cosechas. Y se echa de menos la orientación para la nutrición.

Además, la sierra, que es la principal despensa alimenticia del país, mantiene una dependencia a pocos cultivos -entre ellos la papa-, ya sea por razones climáticas o insuficientes recursos dedicados a la investigación y tecnología, para que los productores más inquietos mediante la innovación vayan hacia otros cultivos andinos. A un país tan diverso corresponde invertir en conocimientos para la diversificación agropecuaria y agroindustrial y en destrezas para los negocios. Más aún si sabemos que el país tiene poca tierra trabajable en la agricultura.

La crisis de la papa deja ver los grandes desafíos pendientes tanto en lo productivo como en lo social. Un sector del Perú dedicado a atender al consumo nacional de alimentos con más de dos millones de productores familiares. Y el agro empresarial que exporta, muy sintonizado con los mercados del exterior. Sobre sale la carencia de un marco legal eficaz que estimule los encadenamientos y alianzas productivas entre la agricultura empresarial y la familiar.

No más subsidios del campo a la ciudad vía los precios ínfimos que el intermediarismo paga a los productores. Es vital contar con un sistema alimentario sostenible que supervise el funcionamiento de este mercado y permita equidad y eficiencia para que nuestros agricultores alcancen la rentabilidad e incursionen también en otros negocios de mayor valor agregado.

Luis Ginocchio Balcázar

Lima, 13 de febrero de 2018

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